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David Yeste

Toco y escribo lo que toco. Toco lo que escribo.
Escribo lo que no alcanzo para tocarlo un poco.


Bienvenido(a) a esta página. Escribo porque no puedo evitarlo. Lo que empezó como una necesidad ─suelo decir que soy un músico entregado con pasión a mis guitarras pero, como la voz no me acompaña, tuve que empezar a escribir para aprovechar ese canto en la voz de otro─ se ha ido materializando en seis poemarios publicados, dos novelas, algunas colaboraciones en recopilaciones, etc., amén de la veintena de obras que duermen en los cajones. Un pie detrás de otro, poco a poco, sin prisa. Si me lees y te gusta, o te mueve algo, agradecido.

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Alrededor de mis aledaños

            Hace tiempo leí que, un día, Tom Waits iba conduciendo por la autopista y le vino una melodía a la cabeza. Como no tenía cómo retenerla, se puso muy nervioso. Paró el coche (y el proceso creativo), miró al cielo y dijo_


 —Disculpa.... ¿no ves que estoy conduciendo?, si existes, hazte ver cuando pueda atenderte. Si no puedes esperar, vete a molestar a otro. Vete a molestar a Leonard Cohen, por ejemplo


             Desde entonces llevo siempre conmigo una libreta y una pluma, o un boli, para que me pille preparado y no molestar a nadie.

David Yeste.

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El inventor de etimologías

«Así pues, metamos la cabeza en lo oscuro, saltemos al vacío de la mano de David Yeste. Esto es un solo de amor, sí, una formidable balada de blues. Sí, el discurso se establece de tú a tú, como ocurre en los blues buenos, con un cuarto y mitad de melancolía, otro medio de tristeza y un puñado de confianza, de persuasión, de fe. Cuarenta y nueve poemas tiene El inventor de etimologías, ordenados alfabéticamente por sus títulos, desde “agrimensor” a “vereda” como si quisiera encerrar todo el contenido del libro en un solo poema fraccionado. Cierra el libro el poema que le da título al conjunto, fuera del orden establecido; cuarenta y nueve poemas conclusiones provisionales, cuarenta y nueve poemas diagnósticos preliminares, cuarenta y nueve poemas confesiones, cuarenta y nueve poemas certificaciones de registrador de la realidad y sus cuarenta y nueve poemas variaciones, con algo de la ternura y la claridad de Rilke y con algo también de la distancia y la ironía, pero no del cinismo pendenciero de Bukowski».

Del prólogo de Francisco Domene.

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"Hoy sé porqué escribo: escribo para olvidarme de mí. O para que tú no lo hagas".

La maniobra de Heimlich

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